Cuando recibo visitas sé de antemano que habrá un momento en el que vivirán una experiencia única, de esas que nos impulsan a viajar.
También sé exactamente cuándo y dónde se va a dar.
Para que tenga más emoción procuro no avanzar casi nada del objetivo de nuestra expedición. Simplemente me ocupo de ir desmenuzando pacientemente la ruta por cada una de callejuelas que forman el entramado de Campo Marte para que, llegada la hora, se topen de bruces con la grandiosidad de Roma. Así, sin paliativos.
Eso es lo que me pasó la primera vez que vi El Panteón de Agripa y esa es la sensación que quiero que se lleven quienes pisan por primera vez esta ciudad en mi compañía.
Sucede que cuesta reaccionar nada más pisar la plaza de la Rotonda, donde está el Panteón. Lo normal es permanecer unos segundos clavados antes de articular palabra, antes de comprender que lo que se levanta ante nosotros es un templo de más de 2.000 años.
Una estructura que ha desafiado el tiempo, los saqueos y las catástrofes, aunque no siempre haya resultado ilesa. Parece que la obstinación del monumento por permanecer entre nosotros fue más grande que el peso de sus desgracias.
Han habido tres Panteones de Agripa. El primero se levantó en el año 25 a.C. bajo el mandato del político y militar Marco Agripa, quien lo dedicó al emperador Augusto, su suegro, por haber derrotado en Egipto a Marco Antonio y Cleopatra
¿Te suenan?
Un incendio en el año 80 d.C acabó con él y el emperador Domiziano se encargó de su rehabilitación. La tercera y última reconstrucción tuvo lugar en el 110 d.C. tras otro incendio, en este caso fue el mismo Adriano quien se encargó de su reconstrucción, para lo que exigió que se respetase escrupulosamente el diseño original. Y este es el Panteón que ha llegado hasta nuestros días.
Sin duda sentirás que una fuerza incontrolable te empuja a su interior. Por cierto, no siempre se accedió por aquí ya que en un principio se hacía por el lado opuesto.
El Panteón formaba parte de un complejo diseñado por Agripa con termas, basílica y acueducto en el corazón de Campo Marte y flanqueando la plaza había más de un arco de triunfo. ¿Te lo puedes imaginar?
No queda nada de aquello y si el monumento ha llegado hasta nuestros días es gracias a que en el séptimo siglo de nuestra era se donó a la Iglesia.
De hecho el Panteón está consagrado a Santa María de los Mártires. Claro que la Iglesia no se limitó a hacer de él un lugar para el culto, también supo ‘sacarle’ partido: buena parte del Baldaquino del Vaticano está hecho con el bronce aquí expoliado. Es una historia que se repite en Roma.
Pero si hay un punto donde nos sentiremos minúsculos es junto a las columnas del atrio.
Sorprenden sus dimensiones y nos preguntaremos cómo fueron capaces de llevarlas y levantarlas en este punto.
Ten en cuenta que casi siempre hay mucha gente, sobre todo en temporada alta, así que deberás tener paciencia. Lo bueno buenísimo es que disfrutar de este monumento es totalmente gratis. Y lo mejor es que una vez dentro no tendrás la impresión de estar rodeado por centenares de personas.
Por lo menos eso me pasa a mí: esta basílica siempre me genera serenidad. Además el Panteón es ideal para hacer una parada en el camino, ya que podrás descansar en uno de sus bancos mientras disfrutas del espectáculo. Porque, créeme, recorrer con la vista esta cúpula es, sin duda, un espectáculo.
La cúpula no tiene la altura de otros templos aun así con sus 43 metros de diámetro es tan grande como te parece. Ten en cuenta que en ella se basó Miguel Ángel para hacer la del Vaticano, también Brunellescchi para desarrollar la del Duomo de Florencia. Durante mucho tiempo fue la más grande del mundo y esto, teniendo en cuenta cuándo fue diseñada, es todo un misterio de la ingeniería.
Como misterioso es el óculo que la corona. Se cree que el agujero de 8 metros de diámetro era para que entrasen por él los espíritus de los dioses. No sé qué impresión causaría a los romanos de época, pero el juego de luces que brinda es sobrecogedor. Y para redondear el momento imagina que la visita te pilla mientras llueve. No maldigas tu suerte, al contrario, ver cómo caen las gotas por el centro del agujero produce un efecto casi hipnótico.
Curiosidades Panteón Agripa
- Si tu visita coincide con el solsticio de verano, el 21 de junio, tendrás la ocasión de ver cómo se cuela la luz del sol perpendicularmente por el centro del óculo.
- Aquí hay varias celebridades enterradas: el pintor Rafael y los dos primeros reyes de Italia.
Qué hacer en los alrededores del Panteón de Agripa
VISITA SANTA MARIA SOPRA MINERVA Puedes ver una de las pocas iglesias de Roma de estilo gótico. Para mí merece la pena solo por disfrutar de los colores de su bóveda.
Te llamará la atención el elefante de Bernini que hay delante de ella. Un elefante que sobrelleva un obelisco, el segundo que verás en la zona contando el de la plaza de la Rotonda, delante del Panteón.
HAZ UNA PAUSA PARA EL CAFÉ Aquí tienes dos templos de esta bebida: La Tazza d’Oro, en Via dei Pastini 11, y San Eustaquio Il Caffé, en la plaza de San Eustaquio. Yo no sé cuál me gusta más, sin duda te animo a que pruebes los dos. Quizás el de San Eustaquio tiene fama de ser más auténtico en la elaboración y preparación del grano.
Si te decides por éste pídete un gran caffé, solo apto para los muy cafeteros pues se trata de un café doble muy cremoso. Frente esta cafetería está la Iglesia de San Eustaquio, o donde no se quieren casar los romanos. Si pasas por allí mira a lo más alto de su fachada y verás un ciervo con su cornamenta. Parece que no les hace mucha gracia salir de la iglesia con semejante tocado el mismo día de su boda. En fin…
TIENES QUE VER SAN LUIS DE LOS FRANCESES Se trata de una iglesia que está muy cerca del Panteón y que tiene verdaderas joyas pictóricas. Sin ir más lejos hay tres cuadros de Caravaggio que quitan el aliento. Hay que estar atentos al horario del templo ya que a medio día suele estar cerrada al público. La visita también es gratis.
Y PARA ACABAR… UN HELADO Pues sí, no te vas a ir de aquí sin probar un delicioso helado. Por la zona hay heladerías muy buenas como San Crispino en la Plaza de la Magdalena, Grom, al final de la misma calle o Giolitti, mi favorita, en Via degli Uffizi del Vicario. A mí me gusta porque mantiene ese aire años cincuenta, con los camareros uniformados mientras atienden a una verdadera avalancha de gente.
No temas por las colas, porque el servicio es rápido. Y si optas por Giolitti, no olvides pedir el doppio panna, para que te pongan nata en fondo de la galleta y sobre la crema de helado. Mi favorito es el de baccio con nocciola, beso (chocolate tipo Ferrero Rocher) con avellanas. De mo-rir-se.
¿Qué te ha parecido mi ruta por el Panteón? Coméntamelo en este post.
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